sábado, 31 de mayo de 2014

Justo Sierra Méndez (1848 - 1912)


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Hijo tercero y primer varón de Justo Sierra O’Reilly y Concepción Méndez de Sierra, nació el 26 de enero de 1848 en Campeche. El padre se encontraba entonces en Washington, en su cargo de Comisionado del Gobierno de Yucatán, por lo que el patriarca de la casa era entonces el abuelo materno, Santiago Méndez Ibarra, de quien le vino el carácter. Éste no sólo había sido Gobernador del Estado de Campeche, sino que había defendido la soberanía de Yucatán -en ese momento independiente-, y fue quien incitó la resistencia que llevaría a vencer las tropas enviadas por Santa-Anna en 1842. También resistió la revuelta de los ‘indios rebeldes” que estaban acabando con la población blanca, hasta que la solicitud de apoyo al gobierno mexicano le costó a la península volver a formar parte de la República.
    Su padre, Justo Sierra O’Reilly, era hombre de letras, un erudito instruido en lo elemental de cada rama del saber y, según los testimonios de sus diarios, la política le desagradaba. Comenzó a publicar El Museo Yucateco, primera revista literaria de la península, y posteriormente El Fénix. Justo, pues, era resultado de estos dos hombres: el apego al poder le venía de su abuelo, y el amor por la cultura de su padre.
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    Tenía Justo nueva años cuando, estando don Santiago Méndez nuevamente en el poder, fue proclamado el movimiento armado en contra del mendismo. En 1857, en ausencia del abuelo, su casa fue asaltada y la biblioteca de su padre destruida, por lo que cambian su residencia a Mérida. Fue en esta residencia donde su padre pudo finalmente dejar la política y concentrarse en las letras y las artes. En 1859, ya enfermo y cansado, le fue pedida la redacción del Proyecto de Código Civil Mexicano que, no obstante, no alcanzó la categoría de ley nacional.
    Después del fallecimiento de su padre en 1861, su padrino Luis Méndez Echazarreta se hizo cargo de él y mandó llevarlo a México, donde él se encontraba entonces. Lo internó en el Liceo Franco Mexicano. En su estancia allí, la lectura de Le Journal de Débats lo interesó en la más variada información mundial que lo caracterizaría. Su educación posterior fue en las aulas del Colegio de San Ildefonso. Cuando en 1864, en la intervención francesa, entraron a la Ciudad de México Maximiliano y Carlota, Sierra fue uno de los muchos estudiantes que gritaban su descontento en la plaza principal. Es en estas fechas cuando profirió su grito “muera el Papa” en el colegio, a la hora de misa.
    Comenzó posteriormente sus estudios en jurisprudencia allí mismo. El 2 de diciembre de 1867 se fundó la Escuela Nacional Preparatoria, con sede en San Ildefonso. La sobrepoblación estudiantil obligó a los alumnos de derecho a fundar la Escuela de la Encarnación.
    En julio de 1867 fue publicada su poesía en el periódico El Globo, en el que Justo formó parte de los redactores, comenzando así su vida periodística. Posteriormente su fama aumentó con El Monitor Republicano, uno de los periódicos más importantes de la época.
    Por otro lado, la poesía fue tomando cada vez más importancia en su vida, e Ignacio Manuel Altamirano, a quien hubo escuchado alguna vez –la primera que fue a la tribuna de la Cámara de Diputados- dando un discurso contra la ley de amnistía, fue su íntimo amigo y quien lo introdujo a las ‘veladas literarias’, donde se encontraban los mejores exponentes de las letras. Producto de estas veladas fue el periódico El Renacimiento, donde publicó su novela El ángel del porvenir por episodios, cuyo tema principal era que “la mujer mexicana será el ángel del porvenir; ella nos salvará socialmente; pero se regenerará por el sentimiento religioso, substituyente de la devoción y la superstición, el amor a la patria será parte integrante de esta religión, como en Estados Unidos” (p. 40). Este proyecto nos muestra su lado patriótico y religioso, singulares en él. En 1870, su obra teatral Piedad fue representada en el Teatro Principal.
    Sin embargo, todas estas actividades le produjeron un rezago en los estudios y no había asistido a sus cátedras de quinto y sexto año, por lo que en una carta, el 9 de septiembre de 1870, pide al Ministro de Justicia e Instrucción Pública que le permita realizar en octubre los exámenes correspondientes al quinto año, a lo que el director de la Escuela responde que, al haber hecho estudios privados –pues no asistió a los cursos de la Escuela- podría realizar los exámenes correspondientes en el mes de diciembre del año próximo. Así, por la presión de su tío Luis Méndez solicitó exámenes especiales y se recibió en jurisprudencia el 26 de agosto de 1871. Abrió su despacho en la calle del Hospicio de San Nicolás número 4.
    El 1º de octubre, en el conflicto armado de la Ciudadela por la sublevación del general Negrete, Hammeken Mexía comenta su encuentro con Sierra: -¿Adónde vas? - le pregunté. -A incorporarme a las fuerzas de Rocha [el general don Sóstenes] para asaltar la Ciudadela, que está pronunciada. -¿Y a ti qué te importa? -Estoy fastidiado y voy a tomar lecciones de vértigo épico” (pp. 44, 45). Un año después, junto con el sublevado general Negrete, se reunió con el Presidente Juárez. Adquirió así una lección de prudencia política y se sintió responsable, al menos de alguna manera, por la paz pública.
    Así, comenzó a escribir para El Federalista, dejando una etapa literaria para desarrollar sus posturas ideológicas, dando paso al pensador, historiador y maestro. De esta forma, por su saber político reflejado en el periódico y apoyado por quienes en él colaboraban, Justo Sierra tomó posesión en la Cámara el 5 de diciembre de 1871. Su interés por la educación aparecería en La tribuna, y se vería madurado en La Libertad, donde desarrolló su estilo.
    El 6 de agosto de 1874 se casó con Luz Mayora y Carpio, nieta del poeta veracruzano Manuel Carpio. Mayora se distinguió por su variado saber, demostrado sobre todo en su examen para titularse de normalista, pues su basto conocimiento dejó admirados a todos.
    En 1876, junto con varios de sus amigos, salió de El Federalista por discrepancias políticas, cuya médula era la reelección -él estaba en contra- del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El 1º de agosto fundó El Bien Público, que llevaba por estandarte el legalismo. Don Justo fue partidario del orden y la paz nacional, lo que concuerda muy bien con su porfirismo. El día en que Lerdo de Tejada fue reelecto Presidente, Sierra proclamó que el desconocimiento del Congreso y el Presidente era constitucional, reclamó la toma de poder del vicepresidente y, si no, instaba a las masas a sublevarse, pero siempre en el marco de la legalidad. Incluso, en sus últimos tres números de El Bien Público, ponía en la primera plana la leyenda “La solución constitucional”.
    Enfocados a esta visión de orden, los integrantes de La Libertad hablaron con Díaz, le comentaron sus proyectos y se comprometieron a ayudarlo. El periódico sería frecuentemente atacado por liberales y defendido a capa y espada por Sierra.  Posteriormente, sus ideas se verían plasmadas en El Programa de la Libertad, una serie de propuestas para modificar la Constitución, que fueron aplicadas paulatinamente. Estas reformas fueron duramente criticadas por Santiago Sierra, su hermano, y por el mismo Altamirano. No obstante, en 1879, éste último le traspasaba la cátedra de Historia y Cronología en la Escuela Nacional Preparatoria. Para el curso, empezó a redactar un texto que terminará llamándose Compendio de historia de la antigüedad, que fue fuertemente atacado por el diario católico La Voz de México, por incluir ideas como la evolución. Dándose cuenta de las carencias en la educación -al menos de historia-, escribió su artículo “La enseñanza de la historia”, donde proponía cómo debe de ser impartida esta materia.
     El 27 de abril de 1880, su hermano Santiago fue asesinado en una riña, por causa de un artículo de La Libertad que su homicida, Irineo Paz, le atribuyó, aunque el verdadero autor había sido Agustín Cuenca. Consumido por el remordimiento, por haber sido él quien guardara el nombre del autor del texto, abandonó el periodismo y todas sus otras labores y amistades para encerrarse en sí mismo, en su dolor y en la lectura. Después de unos meses de duelo, su propio temperamento lo llevó a retomar su vida política: el 14 de septiembre de 1880 protestó como diputado por el primer distrito de Sinaloa, y ya el 30 protestaba en la tribuna de la Cámara porque no se había respetado el texto solicitado por la Junta de profesores en la Escuela Preparatoria –Sistema de lógica de Bain-, y habían implementado, en cambio, la Lógica de Tiberghien que, según Sierra, era incomprensible. Esta pugna en cuanto al sistema que debía seguirse en la enseñanza pública llegó a su clímax.
    El 7 de octubre, Justo Sierra propuso su iniciativa para hacer de la educación primaria obligatoria y gratuita para ambos sexos. Cuando Manuel Gonzáles tomó la presidencia y Ezequiel Montes la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, se corrió el rumor de que se preparaba un plan de estudios completamente nuevo. Fue entonces que Sierra proclamó que había llegado el tiempo de crear la autonomía de la enseñanza pública, y propone crear la Universidad Nacional, incluidas la Escuela Preparatoria y una Escuela de altos estudios. El proyecto planteaba el carácter enciclopédico de la enseñanza, basado en el método científico. Esto lo hizo volver al periodismo, pues en La Libertad expuso su proyecto incluso antes de llevarlo a la Cámara. Así, llegó a ésta el Proyecto de Ley Constitutiva de la Universidad Autónoma el 7 de abril de 1881, pero las Comisiones de Instrucción Pública nunca rindieron dictamen. En cambio, del 21 al 25 de abril, aparece el Proyecto de Ley Orgánica de la Instrucción Pública en el Distrito Federal, la cual fue discutida por la prensa, con completa complacencia del Presidente Gonzáles. Sierra, por supuesto, no tardó en juzgarla.
    Tiempos adversos vendrían en 1884, por el apoyo a la deuda inglesa. La población en general lo vituperaba, a don Justo, a ése quien en sus años había estado lleno de loores. Lo calificaban como “traidor a la patria”, por solapar los intereses del gobierno. Sierra se explicó una y otra vez por muchos medios, pero nadie hizo caso a sus justificaciones. Incluso los alumnos de la Escuela Preparatoria se mostraban hostiles pues, a su paso, los jóvenes gritaban, abucheaban, silbaban y se mostraban amenazantes. Luis Urbina comenta que llegó a ver lágrimas reprimidas en sus ojos, y sollozos contenidos. Presentó su renuncia el 19 de enero de 1885, pero el Presidente de la República no lo permitió. “Los mismos que hoy me atacan, volviendo a sus sentimientos naturales, me harán justicia. Ésta habrá sido mi mejor lección de historia” (p. 96). Nuevamente, como en ocasiones pasadas, Justo Sierra se retrajo en sus libros.
     Así pues, producto de ese retraimiento fue Elementos de historia general para las escuelas primarias. En 1887 participó en el dictamen del Proyecto de ley que da bases para la organización de la enseñanza primaria obligatoria, con la que se inició una gran trayectoria de discusión acerca de cómo debe ser la educación en todos sus niveles. Mientras esto sucedía, Sierra publicó Manual escolar de historia general (1891), Elementos de historia patria (1894) y Catecismo de historia patria (1894).
    Al regreso al poder de Porfirio Díaz, Sierra, apegado siempre a la legalidad, empezó cada vez a hacer más obvias sus discrepancias con éste, y hablaba a favor de la justicia y el sufragio efectivo, y en contra del despotismo. El 14 de diciembre de 1893, un tumulto de gente, en el que predominaban estudiantes, lo esperaron a la salida de la Cámara para ovacionarlo. Fue Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894.
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    El 28 de septiembre de 1895, don Justo salió rumbo a Estados Unidos, viaje del que deja muchas memorias escritas. En éste conoció a Martí, con el que llevó una estrecha amistad, quizá ocasionada por la afinidad en sus personalidades. A raíz de esta amistad y otras más, escribe su opinión acerca de Cuba, declarándose a favor de “una Cuba libre, enteramente libre”. Después de Estados Unidos, viajó a Europa, donde aprovechó para estudiar los sistemas educativos y universitarios.
     El 30 de agosto de 1902 se instauró el Consejo Superior de Educación Pública, donde Sierra planteó su programa, que abarcaba desde el jardín de niños hasta la Universidad. La ley que devino del Consejo fue promulgada el 15 de agosto de 1908. En eso entonces era de Subsecretario de Justicia e Instrucción Pública, y logró ascender el presupuesto otorgado a la educación en un gran porcentaje.
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     El 10 de enero de 1910, Justo Sierra dio a conocer que el proyecto de la Universidad Nacional había sido terminado. El 3 de mayo llegó a la cámara como iniciativa, y la ley sería pronunciada el 26 del mismo. La Universidad fue inaugurada el 22 de septiembre de 1910.
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    De 1910 a 1912, desempeñó el cargo de Director de la Academia Mexicana de la Lengua. A finales de noviembre de 1910, don Justo presentó su renuncia de la Secretaría –pues su misión de fundar la Universidad estaba hecha–, misma que no admitió el Presidente Díaz, pero que finalmente se hizo realidad una vez que todo el Gabinete del general renunció por los movimientos revolucionarios de Francisco I. Madero, el 24 de marzo de 1911. Humilde, después de este suceso, vuelve a impartir su cátedra en la Escuela Nacional Preparatoria. Posteriormente, el Presidente Madero lo nombró Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México en España.
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     Murió el 13 de septiembre de 1912 en España, donde se le rindieron honores. El 24 de septiembre, el féretro fue embarcado a México. Los ferrocarriles rebajaron sus precios con destino a Veracruz, para que todo aquel que quisiera ir al encuentro de los restos, pudiera hacerlo. Posteriormente, fue llevado a la Escuela Preparatoria, y el día 8, se llevó a cabo un homenaje, presidido por el Gabinete de Madero. Sus restos fueron depositados en el Panteón Francés, y en 1948, fueron exhumados y, en medio de un gran homenaje, pasó a ser parte de la Rotonda de los Hombres Ilustres.


Imagen 1.- Litografía publicada en Los Ceros, México, 1882, y reproducida en La Juventud Literaria, México, t. I, núm. 10, del 15 del mayo de 1887. Otra litografía por Guadalupe Posada ilustra el t. III de las Obras Completas

Imagen 2.- Doctor Justo Sierra O’Reilly. Óleo de Germán Gedovius. Colección del doctor Manuel J. Sierra

Imagen 3.- Don Santiago Méndez Ibarra. Óleo de T. Sánches. Colección de doña Lucina Méndez de Barrios Gómez.

Imagen 4.- El hijo del Ahuizote, México, núm. 384, del 4 de junio de 1903. Adviértase la intención del caricaturista: presentar a Sierra como epígono del gonzalismo frente al porfirismo.

Imagen 5.- El despacho del maestro Sierra en la Secretaría de Instrucción Pública. Fotografía. Colección de la familia Sierra

Imagen 6.- Después de la inauguración de la Universidad. Con el maestro Sierra aparecen los licenciados Miguel Macedo, Roberto Núñez y Joaquín Eguía Lis, este último acababa de ser designado primer Rector de la Universidad Nacional de México. Fotografía. Colección de la familia Sierra.

Imagen 7.- El maestro Sierra lee el discurso en la solemne inauguración de la Universidad Nacional, en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, el 22 de septiembre de 1910

Imagen 8.- La cariñosa despedida que se tributó al maestro Sierra en la Estación del Ferrocarril Mexicano, la noche del 30 de abril de 1912, cuando partió a España como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de  México.

La información, imágenes y pies de imagen fueron tomados de:
Yañez, Agustín, Don Justo Sierra. Su vida, sus ideas y su obra. Segunda edición, México: UNAM, 1962

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