Hijo tercero y primer varón de Justo
Sierra O’Reilly y Concepción Méndez de Sierra, nació el 26 de enero de 1848 en
Campeche. El padre se encontraba entonces en Washington, en su cargo de
Comisionado del Gobierno de Yucatán, por lo que el patriarca de la casa era entonces
el abuelo materno, Santiago Méndez Ibarra, de quien le vino el carácter. Éste no
sólo había sido Gobernador del Estado de Campeche, sino que había defendido la
soberanía de Yucatán -en ese
momento independiente-, y fue
quien incitó la resistencia que llevaría a vencer las tropas enviadas por
Santa-Anna en 1842. También resistió la revuelta de los ‘indios rebeldes” que
estaban acabando con la población blanca, hasta que la solicitud de apoyo al
gobierno mexicano le costó a la península volver a formar parte de la República.
Su padre, Justo Sierra O’Reilly, era hombre de
letras, un erudito instruido en lo elemental de cada rama del saber y, según
los testimonios de sus diarios, la política le desagradaba. Comenzó a publicar El Museo Yucateco, primera revista
literaria de la península, y posteriormente El
Fénix. Justo, pues, era resultado de estos dos hombres: el apego al poder
le venía de su abuelo, y el amor por la cultura de su padre.
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Tenía Justo nueva años cuando, estando don
Santiago Méndez nuevamente en el poder, fue proclamado el movimiento armado en
contra del mendismo. En 1857, en ausencia del abuelo, su casa fue asaltada y la
biblioteca de su padre destruida, por lo que cambian su residencia a Mérida. Fue
en esta residencia donde su padre pudo finalmente dejar la política y
concentrarse en las letras y las artes. En 1859, ya enfermo y cansado, le fue
pedida la redacción del Proyecto de
Código Civil Mexicano que, no obstante, no alcanzó la categoría de ley
nacional.
Después del fallecimiento de su padre en 1861,
su padrino Luis Méndez Echazarreta se hizo cargo de él y mandó llevarlo a
México, donde él se encontraba entonces. Lo internó en el Liceo Franco
Mexicano. En su estancia allí, la lectura de Le Journal de Débats lo interesó en la más variada información mundial
que lo caracterizaría. Su educación posterior fue en las aulas del Colegio de
San Ildefonso. Cuando en 1864, en la intervención francesa, entraron a la Ciudad de México Maximiliano y Carlota,
Sierra fue uno de los muchos estudiantes que gritaban su descontento en la
plaza principal. Es en estas fechas cuando profirió su grito “muera el Papa” en
el colegio, a la hora de misa.
Comenzó posteriormente sus estudios en
jurisprudencia allí mismo. El 2 de diciembre de 1867 se fundó la Escuela Nacional
Preparatoria, con sede en San Ildefonso. La sobrepoblación estudiantil obligó a
los alumnos de derecho a fundar la Escuela de la Encarnación.
En julio de 1867 fue publicada su poesía en el
periódico El Globo, en el que Justo
formó parte de los redactores, comenzando así su vida periodística. Posteriormente
su fama aumentó con El Monitor
Republicano, uno de los periódicos más importantes de la época.
Por otro lado, la poesía fue tomando cada vez
más importancia en su vida, e Ignacio Manuel Altamirano, a quien hubo escuchado
alguna vez –la primera que fue a la tribuna de la Cámara de Diputados- dando un
discurso contra la ley de amnistía, fue su íntimo amigo y quien lo introdujo a
las ‘veladas literarias’, donde se encontraban los mejores exponentes de las
letras. Producto de estas veladas fue el periódico El Renacimiento, donde publicó su novela El ángel del porvenir por episodios, cuyo tema principal era que
“la mujer mexicana será el ángel del porvenir; ella nos salvará socialmente;
pero se regenerará por el sentimiento religioso, substituyente de la devoción y
la superstición, el amor a la patria será parte integrante de esta religión,
como en Estados Unidos” (p. 40). Este proyecto nos muestra su lado patriótico y
religioso, singulares en él. En 1870, su obra teatral Piedad fue representada en el Teatro Principal.
Sin embargo, todas estas actividades le
produjeron un rezago en los estudios y no había asistido a sus cátedras de
quinto y sexto año, por lo que en una carta, el 9 de septiembre de 1870, pide
al Ministro de Justicia e Instrucción Pública que le permita realizar en
octubre los exámenes correspondientes al quinto año, a lo que el director de la
Escuela responde que, al haber hecho estudios privados –pues no asistió a los
cursos de la Escuela- podría realizar los exámenes correspondientes en el mes de
diciembre del año próximo. Así, por la presión de su tío Luis Méndez solicitó exámenes especiales y se recibió en jurisprudencia el 26 de agosto de 1871. Abrió
su despacho en la calle del Hospicio de San Nicolás número 4.
El 1º de octubre, en el conflicto armado de
la Ciudadela por la sublevación del general Negrete, Hammeken Mexía comenta su
encuentro con Sierra: -¿Adónde vas? - le pregunté. -A incorporarme a las fuerzas de Rocha [el
general don Sóstenes] para asaltar la Ciudadela, que está pronunciada. -¿Y a ti qué te importa? -Estoy fastidiado y voy a tomar lecciones
de vértigo épico” (pp. 44, 45). Un año después, junto con el sublevado general
Negrete, se reunió con el Presidente Juárez. Adquirió así una lección de
prudencia política y se sintió responsable, al menos de alguna manera, por la
paz pública.
Así, comenzó a escribir para El Federalista, dejando una etapa
literaria para desarrollar sus posturas ideológicas, dando paso al pensador,
historiador y maestro. De esta forma, por su saber político reflejado en el
periódico y apoyado por quienes en él colaboraban, Justo Sierra tomó posesión
en la Cámara el 5 de diciembre de 1871. Su interés por la educación aparecería
en La tribuna, y se vería madurado en
La Libertad, donde desarrolló su
estilo.
El 6 de agosto de 1874 se casó con Luz Mayora y
Carpio, nieta del poeta veracruzano Manuel Carpio. Mayora se distinguió por su
variado saber, demostrado sobre todo en su examen para titularse de normalista,
pues su basto conocimiento dejó admirados a todos.
En 1876, junto con varios de sus amigos, salió
de El Federalista por discrepancias
políticas, cuya médula era la reelección -él estaba en contra- del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El 1º de agosto
fundó El Bien Público, que llevaba por
estandarte el legalismo. Don Justo fue partidario del orden y la paz nacional, lo
que concuerda muy bien con su porfirismo. El día en que Lerdo de Tejada fue
reelecto Presidente, Sierra proclamó que el desconocimiento del Congreso y el
Presidente era constitucional, reclamó la toma de poder del vicepresidente y,
si no, instaba a las masas a sublevarse, pero siempre en el marco de la
legalidad. Incluso, en sus últimos tres números de El Bien Público, ponía en la primera plana la leyenda “La solución
constitucional”.
Enfocados a esta visión de orden, los
integrantes de La Libertad hablaron con
Díaz, le comentaron sus proyectos y se comprometieron a ayudarlo. El periódico sería frecuentemente atacado por liberales y defendido a capa y espada por Sierra. Posteriormente, sus ideas se verían
plasmadas en El Programa de la Libertad,
una serie de propuestas para modificar la Constitución, que fueron aplicadas
paulatinamente. Estas reformas fueron duramente criticadas por Santiago Sierra,
su hermano, y por el mismo Altamirano. No obstante, en 1879, éste último le
traspasaba la cátedra de Historia y Cronología en la Escuela Nacional
Preparatoria. Para el curso, empezó a redactar un texto que terminará
llamándose Compendio de historia de la
antigüedad, que fue fuertemente atacado por el diario católico La Voz de México, por incluir ideas como
la evolución. Dándose cuenta de las carencias en la educación -al menos de historia-, escribió su artículo “La enseñanza de la
historia”, donde proponía cómo debe de ser impartida esta materia.
El
27 de abril de 1880, su hermano Santiago fue asesinado en una riña, por causa
de un artículo de La Libertad que su
homicida, Irineo Paz, le atribuyó, aunque el verdadero autor había sido Agustín
Cuenca. Consumido por el remordimiento, por haber sido él quien guardara el
nombre del autor del texto, abandonó el periodismo y todas sus otras labores y
amistades para encerrarse en sí mismo, en su dolor y en la lectura. Después de
unos meses de duelo, su propio temperamento lo llevó a retomar su vida
política: el 14 de septiembre de 1880 protestó como diputado por el primer
distrito de Sinaloa, y ya el 30 protestaba en la tribuna de la Cámara porque no
se había respetado el texto solicitado por la Junta de profesores en la Escuela
Preparatoria –Sistema de lógica de
Bain-, y habían implementado, en cambio, la Lógica
de Tiberghien que, según Sierra, era incomprensible. Esta pugna en cuanto al
sistema que debía seguirse en la enseñanza pública llegó a su clímax.
El 7 de octubre, Justo Sierra propuso su
iniciativa para hacer de la educación primaria obligatoria y gratuita para
ambos sexos. Cuando Manuel Gonzáles tomó la presidencia y Ezequiel Montes la
Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, se corrió el rumor de que se
preparaba un plan de estudios completamente nuevo. Fue entonces que Sierra
proclamó que había llegado el tiempo de crear la autonomía de la enseñanza pública, y propone crear la Universidad Nacional, incluidas la Escuela
Preparatoria y una Escuela de altos estudios. El proyecto planteaba el carácter
enciclopédico de la enseñanza, basado en el método científico. Esto lo hizo
volver al periodismo, pues en La Libertad
expuso su proyecto incluso antes de llevarlo a la Cámara. Así, llegó a ésta el Proyecto de Ley Constitutiva de la
Universidad Autónoma el 7 de abril de 1881, pero las Comisiones de
Instrucción Pública nunca rindieron dictamen. En cambio, del 21 al 25 de abril,
aparece el Proyecto de Ley Orgánica de la
Instrucción Pública en el Distrito Federal, la cual fue discutida por la
prensa, con completa complacencia del Presidente Gonzáles. Sierra, por
supuesto, no tardó en juzgarla.
Tiempos adversos vendrían en 1884, por el apoyo
a la deuda inglesa. La población en general lo vituperaba, a don Justo, a ése
quien en sus años había estado lleno de loores. Lo calificaban como “traidor a
la patria”, por solapar los intereses del gobierno. Sierra se explicó una y
otra vez por muchos medios, pero nadie hizo caso a sus justificaciones. Incluso
los alumnos de la Escuela Preparatoria se mostraban hostiles pues, a su paso,
los jóvenes gritaban, abucheaban, silbaban y se mostraban amenazantes. Luis
Urbina comenta que llegó a ver lágrimas reprimidas en sus ojos, y sollozos
contenidos. Presentó su renuncia el 19 de enero de 1885, pero el Presidente de
la República no lo permitió. “Los mismos que hoy me atacan, volviendo a sus
sentimientos naturales, me harán justicia. Ésta habrá sido mi mejor lección de
historia” (p. 96). Nuevamente, como en ocasiones pasadas, Justo Sierra se
retrajo en sus libros.
Así pues, producto de ese retraimiento fue Elementos de historia general para las
escuelas primarias. En 1887 participó en el dictamen del Proyecto de ley que da bases para la organización de la enseñanza
primaria obligatoria, con la que se inició una gran trayectoria de
discusión acerca de cómo debe ser la educación en todos sus niveles. Mientras
esto sucedía, Sierra publicó Manual
escolar de historia general (1891), Elementos
de historia patria (1894) y Catecismo
de historia patria (1894).
Al regreso al poder de Porfirio Díaz, Sierra,
apegado siempre a la legalidad, empezó cada vez a hacer más obvias sus
discrepancias con éste, y hablaba a favor de la justicia y el sufragio efectivo,
y en contra del despotismo. El 14 de diciembre de 1893, un tumulto de gente, en
el que predominaban estudiantes, lo esperaron a la salida de la Cámara para
ovacionarlo. Fue Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894.
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El 28 de septiembre de 1895, don Justo salió rumbo a Estados Unidos, viaje del que deja muchas memorias escritas. En éste
conoció a Martí, con el que llevó una estrecha amistad, quizá ocasionada por la
afinidad en sus personalidades. A raíz de esta amistad y otras más, escribe su
opinión acerca de Cuba, declarándose a favor de “una Cuba libre, enteramente
libre”. Después de Estados Unidos, viajó a Europa, donde aprovechó para
estudiar los sistemas educativos y universitarios.
El 30 de agosto de 1902 se instauró el Consejo Superior de
Educación Pública, donde Sierra planteó su programa, que abarcaba desde el
jardín de niños hasta la Universidad. La ley que devino del Consejo fue promulgada
el 15 de agosto de 1908. En eso entonces era de Subsecretario de Justicia e
Instrucción Pública, y logró ascender el presupuesto otorgado a la educación en
un gran porcentaje.
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El 10 de enero de 1910, Justo Sierra dio a
conocer que el proyecto de la Universidad Nacional había sido terminado. El 3
de mayo llegó a la cámara como iniciativa, y la ley sería pronunciada el 26 del
mismo. La Universidad fue inaugurada el 22 de septiembre de 1910.
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De 1910 a 1912, desempeñó el cargo de Director de la
Academia Mexicana de la Lengua. A finales de noviembre de 1910, don Justo
presentó su renuncia de la Secretaría –pues su misión de fundar la Universidad
estaba hecha–, misma que no admitió el Presidente Díaz, pero que finalmente se
hizo realidad una vez que todo el Gabinete del general renunció por los
movimientos revolucionarios de Francisco I. Madero, el 24 de marzo de 1911.
Humilde, después de este suceso, vuelve a impartir su cátedra en la Escuela
Nacional Preparatoria. Posteriormente, el Presidente Madero lo nombró Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México en España.
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Murió
el 13 de septiembre de 1912 en España, donde se le rindieron honores. El 24 de
septiembre, el féretro fue embarcado a México. Los ferrocarriles rebajaron sus
precios con destino a Veracruz, para que todo aquel que quisiera ir al
encuentro de los restos, pudiera hacerlo. Posteriormente, fue llevado a la
Escuela Preparatoria, y el día 8, se llevó a cabo un homenaje, presidido por el
Gabinete de Madero. Sus restos fueron depositados en el Panteón Francés, y en
1948, fueron exhumados y, en medio de un gran homenaje, pasó a ser
parte de la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Imagen 1.- Litografía publicada en Los Ceros, México,
1882, y reproducida en La Juventud Literaria, México, t. I, núm. 10, del
15 del mayo de 1887. Otra litografía por Guadalupe Posada ilustra el t. III de
las Obras Completas
Imagen 2.- Doctor Justo Sierra O’Reilly. Óleo de Germán
Gedovius. Colección del doctor Manuel J. Sierra
Imagen 3.- Don Santiago Méndez Ibarra. Óleo de T. Sánches. Colección
de doña Lucina Méndez de Barrios Gómez.
Imagen 4.- El hijo del
Ahuizote, México, núm. 384, del 4 de junio de 1903. Adviértase la intención
del caricaturista: presentar a Sierra como epígono del gonzalismo frente al
porfirismo.
Imagen 5.- El despacho del maestro Sierra en la Secretaría
de Instrucción Pública. Fotografía. Colección de la familia Sierra
Imagen 6.- Después de la inauguración de la Universidad. Con
el maestro Sierra aparecen los licenciados Miguel Macedo, Roberto Núñez y
Joaquín Eguía Lis, este último acababa de ser designado primer Rector de la
Universidad Nacional de México. Fotografía. Colección de la familia Sierra.
Imagen 7.- El maestro Sierra lee el discurso en la solemne
inauguración de la Universidad Nacional, en el anfiteatro de la Escuela
Nacional Preparatoria, el 22 de septiembre de 1910
Imagen 8.- La cariñosa despedida que se
tributó al maestro Sierra en la Estación del Ferrocarril Mexicano, la noche del
30 de abril de 1912, cuando partió a España como Enviado Extraordinario y
Ministro Plenipotenciario de México.
La información, imágenes y pies de
imagen fueron tomados de:
Yañez, Agustín, Don Justo Sierra. Su vida, sus ideas y su obra. Segunda edición, México:
UNAM, 1962
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