¿Qué
son los diálogos de muertos?
Los
diálogos de muertos son un género literario que surge en el siglo II d.C. Su
creador fue el escritor sirio Luciano de Samosata. Son un subgénero del diálogo
escrito y se caracterizan por describir conversaciones en el más allá (llámese
éste Inframundo, Tártaro, Cielo o Campos Elíseos) entre dos muertos famosos que
pueden ser reales o mitológicos. Éstos reflexionan sobre un tema moral,
político o científico, para lo cual el escritor les asigna una ideología, la
cual pretende acercarse lo más posible a la que tuvieron en vida. Naturalmente,
no siempre es así, y en muchas ocasiones el autor del diálogo reflejará el modo
de ser de los interlocutores con muchas inconsistencias históricas o forzará
una controversia entre los personajes. No obstante, a pesar de las
discrepancias, los personajes de estos diálogos suelen tratarse con amabilidad,
aunque no es extraño en el género el que dos interlocutores sean hostiles entre
sí.
Los diálogos de muertos de la antigüedad
son primordialmente de reflexión moral y poseen un gran sentido del humor,
siendo éste particularmente ácido. Es innegable que en ellos hay un gran
influjo de la sátira moral. Sin embargo, en la época moderna, los diálogos se
transformaron en una herramienta esencialmente retórica y política, utilizada
para desarticular ideas y argumentos opuestos a la ideología del autor o para
apoyar aquellas que al escritor le convenían.
Pero a cambio de esta profundización ideológica, que el diálogo de
muertos antiguo no tenía, los diálogos modernos tendieron a perder el
componente satírico.
Veremos brevemente en esta entrada éste y otros muchos cambios que sufrió el género: daremos un recuento pequeño de la evolución de este género mediante un análisis de tres autores
reconocidos de diálogos de muertos.
Luciano
de Samosata
(Imagen tomada de http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/luciano_de_samosata.htm)
El
primero y el más importante de los autores que analizaremos es Luciano de
Samosata, quien nació aproximadamente en el año 125 de nuestra era. Incluso su
lugar de nacimiento está en duda: hay quien dice que fue sirio; otros afirman
que fue judío y existe incluso la teoría de que nació en Atenas. Pero sigamos
la opinión más aceptada, según la cual nació en Samosata, capital de la
Comagena, entonces provincia del imperio romano. Era una ciudad importante y un
centro cultural de cierta importancia.
Su vida transcurrió bajo el reinado de
Adriano y de Antonino Pío. Puede conjeturarse que recibió la educación primaria
allí mismo, en Samosata, y que posteriormente se dedicó a la Retórica. En
Antioquía ejercía en el foro como abogado, pero al poco tiempo, cansado de su
profesión, se dedicó a viajar por el imperio, dando sesiones de oratoria.
Terminó radicando en Atenas.
Toda su obra la escribió en griego, lo
que no deja de sorprendernos, conociendo su origen sirio. Y aún más
impresionante que esto es la diversidad temática de sus obras: realizó trabajos
históricos, políticos, gramaticales, poéticos, retóricos, filosóficos,
matemáticos, religiosos, éticos y económicos. Era plenamente consciente de la
importancia del estilo en la obra literaria y lo empleó metódicamente al
momento de escribir distintas obras. Solía repetir motivos literarios en su
obra, con algunas variaciones en cada caso, de tal modo que al escribir algo
nuevo lo relacionaba mediante este recurso con lo que había escrito
anteriormente.
Ante todo, Luciano fue un moralista que
usó el sarcasmo y la mordacidad para atacar los vicios de los hombres de su
época. Su abundancia de temas le permitió criticar a la sociedad de su tiempo
en casi todo sentido. La sátira de Luciano tendría numerosas repercusiones y en
el Renacimiento (gracias a la traducción latina de Erasmo de Rotterdam) su obra
sería muy leída y apreciada.
Suele decirse que su obra maestra son los Diálogos de muertos: una colección de 30
diálogos breves con muertos famosos como interlocutores. Él es, ciertamente, el
inventor del género. Bajo Luciano, los diálogos de muertos desarrollarían
características que han continuado hasta nuestros días: el lenguaje trabajado que
no deja resquicio para las improvisaciones, la teatralidad de la situación de
diálogo, la estereotipación de los muertos por parte del autor, el contexto de
lugar de “mundo de los muertos” y la
reflexión en torno a un tema particular con pocas digresiones o ninguna.
Los Diálogos
de muertos de Luciano no hacen crítica de situaciones políticas de la época
sino que critican vicios propios de cualquier periodo histórico. En los
diálogos se hace burla de la avaricia, del deseo de los placeres carnales, de
la gula, de la ambición de gloria y del miedo a la muerte. Todos los diálogos
tienen un motivo común: la muerte no perdona a nadie y es inútil tomarle
demasiado apego a la vida. En esta obra, Luciano defiende la ideología estoica
y adopta una actitud de indiferencia hacia la vida, con una excepción: el
conocimiento, al cual no deja de apreciar como el mayor bien que puede tener un
ser humano, pues dura más allá de la muerte.
Si
quieres leer los Diálogos de muertos
de Luciano de Samosata, descárgalos aquí:
Bernard
le Bovier, Marqués de Fontenelle
(Imagen
tomada de http://www.artchive.com/web_gallery/N/Nicolas-de-Largilliere/Bernard-le-Bovier-de-Fontenelle.html)
Bernard
le Bovier, Marqués de Fontenelle, es el segundo autor que analizaremos en esta
entrada. Nació el 11 de febrero de 1657 en Rouen, y murió en París el 9 de
enero de 1757. Fueron cien años, un siglo de vida en los que vivió la vorágine
de la Ilustración, por lo que no es descabellado llamarle a este periodo como
el siglo de Fontenelle, aún si él no fue el personaje principal del panorama
cultural de este tiempo. Sus contemporáneos, entre los cuales podemos mencionar
a Voltaire, Pascal, Rousseau y Racine opacaron la obra de un hombre que, curiosamente,
consiguió sintetizar el espíritu de su época mejor que ningún otro: sus
relaciones con todos los sabios de su tiempo, su obra vasta (no sólo literaria,
sino también científica) y su capacidad crítica le permitieron tomar este
papel.
Fue educado por los jesuitas de Rouen y
se decidió al poco tiempo por una carrera literaria. Buscó ser un poeta
laureado, y escribía tanto en latín como en francés. En sus años de juventud
escribió muchas obras de géneros variados: poemas cortos, artículos y reseñas,
novelas psicológicas, tragedias, epigramas, églogas… La lista es interminable,
pero también debe decirse que Fontenelle no era entonces un gran escritor. Sus trabajos eran aceptados, mas no aclamados: eran obras bastante ordinarias, y pocas
veces su impacto iba más allá de la repercusión de su aparición en prensa.
Pero al llegar a la madurez, su estilo
mejoró tremendamente. Los críticos atribuyen este desarrollo a su contacto con
los salones literarios, en los cuales ensayó nuevos géneros y perfeccionó su
técnica. Comenzó a interesarse por la ciencia y empezó con sus investigaciones,
los cuales lo llevarían a la larga a integrar la Académie des Sciences (que no
sería la única academia de la cual sería miembro: también lo fue de la Académie
française y de la Académie de Rouen, entre otras). Fue durante esos años (1680, para
ser precisos) cuando publicó sus Nuevos
diálogos de muertos, imitando el estilo de Luciano (el traducido por Erasmo
de Rotterdam, por supuesto) e inspirado en otros autores de diálogos de
muertos, como Fenelon, por ejemplo.
Los diálogos de Fontenelle son nuevos en
más de un sentido: además de ser escritos 1500 años después de los “antiguos”,
hay innovaciones en ellos que vale la pena destacar. Entre ellas, que los
muertos que dialogan no pertenecen solamente a la antigüedad clásica; los
personajes modernos se mezclan con los antiguos. Erasmo, Carlos V y el
emperador Octavio son algunos de los personajes que aparecen en sus diálogos,
por ejemplo.
La otra innovación (la más importante)
tuvo que ver con el tema tratado en el diálogo: la discusión ya no gira sólo en
torno a las costumbres morales de la época, sino a asuntos políticos,
estéticos, históricos, etcétera. Fontenelle le dio a los diálogos de muertos el
carácter de poder tratar sobre cualquier asunto, usando los personajes que el
autor quisiera: su influencia es innegable en los diálogos de muertos
posteriores.
Si quieres leer el diálogo más
influyente de los que escribió Fontenelle (el diálogo entre Moctezuma y Hernán
Cortés), haz clic en el link que está debajo de este párrafo. Este diálogo influyó notablemente en los
movimientos de independencia de la América española, y el siguiente autor que
analizaremos se basó en él para crear el suyo:
Bernardo de Monteagudo
(Imagen tomada de http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/37/Bernardo_de_Monteagudo.jpg/453px-Bernardo_de_Monteagudo.jpg)
El último de los autores que revisaremos será el político y revolucionario argentino Bernardo de Monteagudo, quien nació el 20 de agosto de 1789 y murió asesinado el 28 de enero de 1825. Monteagudo se distingue de los otros dos autores porque tenemos noticia de que sólo escribió un diálogo de muertos. El ser escritor no era su ocupación fundamental y, como veremos, su diálogo es concebido con vistas a ser un instrumento político, de un modo mucho más marcado de cómo podrían ser los diálogos de Fontenelle (ya ni digamos los de Luciano).
Monteagudo fue, como dijimos, un
revolucionario, que estuvo involucrado con los movimientos independentistas
desde joven. Escribió su diálogo a los 19 años y ese mismo año (1809) fue el
redactor de la proclama de la Revolución de Chuquisaca. Eventualmente formaría
parte del ejército de José de San Martín y sería parte de su gabinete durante
su primer gobierno.
Escribió también para varios periódicos
en los nacientes países americanos y fue, como Bolívar, un americanista
convencido. Lamentablemente no tendría la oportunidad de ver si este sueño se
iba a realizar, ya que su muerte fue tan precoz como el resto de su vida: fue
asesinado en Lima a los 35 años.
Monteagudo no estudió en Europa, como
otros revolucionarios (sólo pudo estudiar leyes en Chuquisaca). Sin embargo, su
capacidad retórica fue impresionante, así como su conocimiento de la cultura
clásica. Esto le permitió poner en práctica sus conocimientos para alcanzar sus
fines políticos. Monteagudo escribió un diálogo de muertos entre Fernando VII y
el Inca Atahualpa en los Campos Elíseos. La elección del género fue muy acertada:
en primer lugar, la forma del diálogo es muy didáctica y clara, por lo cual los
planteamientos ideológicos de la revolución de independencia podían ser
fácilmente explicados y sustentados. Asimismo, el hecho de escoger el subgénero
del diálogo de muertos le permitió imitar a los escritores de la Ilustración,
quienes usaban esta forma para discutir una controversia de cualquier tipo,
pero sobre todo política y moral. Por último, el hecho de que uno de los
personajes fuera Fernando VII le permitía plantear un escenario donde el
entonces rey expulsado de España estuviera muerto, lo cual incitaba a la acción
revolucionaria.
El diálogo en sí no es muy original en
sus argumentos: repite bastantes de fray Bartolomé de las Casas y otros
personajes que estaban en contra de un dominio abusivo de América por parte de
la Corona española. Sin embargo, la genialidad de Monteagudo fue identificar al
deseo criollo de emancipación con los agravios cometidos por los españoles
durante y después de la conquista de América: de este modo consiguió darle más
sustento al deseo de libertad de la Corona, propio de la clase criolla
virreinal.
Este diálogo es un gran ejemplo de la
capacidad de convencimiento que puede tener este género. Es muestra, además, de
la gran evolución que sufrió: de la crítica moral abstracta de Luciano pasamos
a la crítica general de Fontenelle y los ilustrados franceses para concluir en
una crítica puntual y precisa sobre la situación política de Hispanoamérica en
el siglo XIX. En fin, querido lector, Si deseas leer el diálogo de Monteagudo, sigue este link para
descargar el volumen de la Biblioteca Ayacucho en el cual está incluido:
Para
elaborar esta entrada se ocuparon los siguientes libros:
Anderson, Graham, Lucian.
Theme and Variation in the Second Sophistic. Leiden: E.J. Brill, 1976.
Fontenelle, Marqués de (Bernard le Bovier), Textes choisis (1683-1702), intr. y
notas por Maurice Roelens. París: Sociales, 1996. (Les classiques
du peuple).
Luciano de
Samosata, Novelas Cortas y Cuentos
Dialogados, I, versión directa del griego por Rafael Ramírez Torres.
México: Jus, 1966.
————, Obras IV, trad. y notas de José Luis
Navarro González. Madrid: Gredos, 2002.
Pensamiento político de la emancipación (1790-1825),
I,
varios autores [en línea]<
http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=96&swords=Bernardo+de+Monteagudo&tt_products=23>,
pról. de José Luis Romero, comp., notas y cronología de José Luis Romero y Luis
Alberto Romero. Caracas: Ayacucho. [Consultado el 26 de mayo de 2014]
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