lunes, 2 de junio de 2014

Diálogo de muertos entre Justo Sierra y Ernesto “Che” Guevara sobre el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras



  (Durante algunas noches del curso escolar se puede ver, en los exteriores del Auditorio Che Guevara-Justo Sierra, a un espectro caminando con un andar lento y pesado, como de hombre viejo. Casi siempre está callado, pero hay veces en las que se pone a conversar con algún fantasma que pasa por ahí. Ésta es una de ellas)

JUSTO SIERRA: ¡Qué noche tan tranquila la de hoy! No queda nadie ya en la Ciudad Universitaria. Es evidente que las evaluaciones finales están cerca, y los docentes y estudiantes están bastante hartos de la Universidad por el momento: por eso huyen de aquí. Pero al final de todo, estos desafíos nutren su espíritu, y lo llenan del vigor que debe caracterizar a los hombres de la Universidad Nacional. ¡Sic itur ad astra, muchachos! ¡Sed fuertes, sed íntegros!
Pero, ¿qué es esto? Veo a un compañero de muerte, a otro espectro que se aproxima a lo lejos. Tenía entendido que yo era el único a quien era permitido andar por estos lugares. Pues ¿quién te envía aquí, oh compañero?

CHE GUEVARA: Compañero mío, nadie me envía aquí, sino que me llamaron. Porque sé que aquí hay un grupo de jóvenes que constantemente invoca mi nombre, y así pues, quise venir a ver por qué me llamaban. Bien, pues ahora pregunto, compañero, ¿qué sabe usted al respecto?

JUSTO SIERRA: Me intriga vuestro cuestionamiento, querido amigo, puesto que aquí en la Universidad Nacional, nobilísimo templo del saber, sería extraño que hubiese ritos de magia, y ya no digamos invocaciones de ultratumba para llamarlo a usted o a cualquier fantasma. Pues aquí sólo hay estudiantes y profesores con plena aptitud intelectual, buscando y recurriendo a toda fuente de cultura con tal de alcanzar la ciencia y llegar al saber. No obstante, si lo han llamado de alguna manera que desconozco, debe de haber motivos de vital importancia para ello. Pero venga usted, acérquese a la luz para que podamos ver bien nuestros rostros. ¡Oh! ¿Es acaso usted…?

CHE GUEVARA: Soy el Comandante de la Revolución Cubana Ernesto Guevara, también conocido como el “Che”. Pero soy su igual, compañero, y me gustaría saber quién es usted.

JUSTO SIERRA: Yo soy Justo Sierra, político, periodista, historiador y poeta. Fui uno de los más grandes promotores de la creación de esta Universidad y di el discurso de su inauguración. Por las noches custodio sus instalaciones y las defiendo de otros espectros. Mantengo el espíritu universitario de la más egregia de las instituciones de este país.
No ignoro su posición política, señor Guevara, y podríamos discutir bastante sobre eso. Más allá de eso, hay un asunto en la Universidad que nos concierne a ambos.

CHE GUEVARA: Así es: nos concierne a ambos, porque usted y yo somos muy distintos y deseamos cosas diferentes para la humanidad. Habla usted de la revolución, ¿no? Oí algo de eso en todas las invocaciones que me hicieron. ¿Hay acaso guerrilleros aquí? Sería difícil que los hubiera, dado que aquí se está en medio de la ciudad y no hay lugares donde arrinconar al enemigo, donde huir de las fuerzas represoras. Y usted está en contra de eso, ¿no?

JUSTO SIERRA: ¿De qué habla usted? No, no es por eso. Lo invocan a cada instante porque le han puesto su nombre al auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo curioso es que ese auditorio antes tenía mi nombre. Era el año de…

CHE GUEVARA: ¿Y quién dijo que los nombres de las cosas eran para siempre, compañero? Si el mayor inconveniente suyo es que le quitaron su nombre a un auditorio, tal vez no debería usted custodiar esta universidad.

JUSTO SIERRA: Ése es el problema: yo hice mucho más que eso. Pero mi legado está olvidado. En fin, como verá usted, este auditorio cambió de nombre y para mí no hubo mayor problema. Ahora se llama como usted, señor “Che” Guevara. Sigue siendo muy conocido, inclusive en el reino de los muertos. Como sea, eso ocurrió en 1968, cuando un grupo de estudiantes con sentimientos superiores y altruistas hizo oír su voz en la sociedad. En realidad, lo que me molestó del cambio de nombre fue que ese movimiento de estudiantes que no dudaron en actuar no quiso estar asociado a mis ideales. Pero no importa. La esencia de la Universidad seguía viva. Hubo nuevos movimientos, vinieron nuevos alumnos y la consciencia crítica, activa y ambiciosa por el saber y la cultura aún se palpaba en los muros y en las aulas de esta institución. En él había eventos muy importantes y se presentaron destacadas personalidades, como Julio Cortázar, Octavio Paz y Mario Benedetti. Además, la comunidad universitaria tenía reuniones donde se trataban asuntos políticos. Pero en 1999 hubo una gran huelga y cuando ésta terminó, en el 2000, el auditorio quedó cerrado. 4 meses después, algunos estudiantes entraron allí y lo volvieron a abrir al público. Me sentí orgulloso de mi Universidad entonces, pero ahora ese lugar es una barraca de jóvenes sin verdadero sentir universitario. Están durmiendo allí ahora mismo.

CHE GUEVARA: Eso dirá usted, compañero Sierra, pero yo aquí veo a jóvenes con iniciativa que proponen, que influyen y que moldean a la sociedad con sus acciones. Además, si invocan mi nombre, deben estar convencidos del proyecto comunista que, a pesar de la adversa situación actual, debe triunfar sobre el capitalismo. ¿De casualidad sabrá usted qué clase de voluntariado realizan? ¿Cómo influyen a la población? ¿Qué clase de grupo guerrillero los apoya? ¿En qué fase de la lucha guerrillera se encuentran?

JUSTO SIERRA: Nada de eso. Ofrecen algunos talleres y cursos; venden libros, películas y comida para justificar la ocupación del  auditorio, pero eso no ayuda a cambiar la situación del país ni alcanzar los ideales que dicen tener. No luchan por nada en específico. Apenas surge algún problema, empiezan a movilizarse y a protestar, pero luego se les olvida, ya no les importa, hasta que luego llega otro nuevo asunto y se vuelve a repetir el ciclo. Dicen que luchan contra el capitalismo, pero en mi opinión, ellos luchan sólo por el lugar. Inclusive luchan entre ellos mismos por él.

CHE GUEVARA: ¿No eran guerrilleros experimentados en la lucha contra el régimen? ¿Por qué me invocan tanto, entonces?

JUSTO SIERRA: Es usted un símbolo para ellos. Y el auditorio, dicen ellos, es un símbolo de la lucha revolucionaria. Por eso siguen ahí.

CHE GUEVARA: Un símbolo hueco, entonces. Si sus ambiciones se limitan a este auditorio, ¡qué miras tan cortas tienen! Yo pensaba que eran una avanzada de alguna guerrilla que tenía cercada la ciudad, porque mira que empezar una lucha aquí, en medio de una universidad… Aquí comienza la lucha ideológica y no la armada, es cierto, pero ¿dónde están sus espacios de reflexión? ¿Dónde las brigadas y el contacto con la comunidad? Si no escuchan a sus camaradas, ¿dónde está el verdadero comunismo? Ése no se trata de escucharse tan sólo a ellos mismos. Y si yo fuera su guía, su símbolo, como usted me dice, compañero Sierra, sabrían que el sectarismo es la peor maldición que puede ocurrirles. Tienen que luchar con vistas a la dictadura del proletariado. Lo único en lo que deben ser intransigentes es en el proyecto comunista, ¡nada más! ¡Trabajo, estudio y fusil!

JUSTO SIERRA: No, no, ¡Patria, estudio y legalidad! La libertad debe tener estabilidad. Libertad sin violencia, democracia sin imposición. Orden y progreso, esto es.

CHE GUEVARA: ¿O quizá es que estos estudiantes se olvidaron de analizar nuestro proyecto comunista?

JUSTO SIERRA: No todos los estudiantes los apoyan: me atrevería a decir incluso que muchos de ellos no son estudiantes. La mayor parte los ha aceptado, aunque no estén de acuerdo con los ocupantes.

CHE GUEVARA: ¿Y dónde están los demás estudiantes? Los que tienen este auditorio quizá han deformado mis ideales: los que no hacen nada al respecto los ignoran por completo. Quizá me precipité al criticar a quienes ocupan este lugar: luchan mal y tal vez sin un objetivo claro, pero luchan. ¿Qué sucede con el resto de los estudiantes? ¿Dónde está esa fuerza, ese espíritu propio de los más jóvenes?

JUSTO SIERRA: Yo no creo que su lucha deba existir: existen caminos legales a los cuales se debe recurrir antes de emprender acciones drásticas. Ellos argumentan que la autonomía de la Universidad los defiende, y en mi opinión ésta no justifica actitudes ilegales. Ser autónomo no significa estar exento de la aplicación de la ley. La entrada de la fuerza pública no viola la autonomía de la Universidad.
Pero aun así, me consterna la falta de espíritu de los demás estudiantes. Están demasiado cerrados en su mundo, en una torre de marfil donde cristalizan las ideas, pero no las acciones. Y ahora sólo tienen vidas contemplativas, ignorando que las ideas que no se ejercen nunca se convierten en fuerzas. Hace falta organización y trabajo para el auditorio, si es que estos estudiantes en verdad desean recuperarlo.
Ya amanece, señor Guevara: es hora de que me retire, y usted también debería hacerlo. Los fantasmas del pasado aterran a los hombres del presente, pero en ocasiones quisiera que los tomaran más en cuenta, para que dejaran las polvorientas bibliotecas y salieran a las calles, para que volvieran a sus almas los ideales de democracia, orden y acción por el progreso.

CHE GUEVARA: No se debe dar un paso atrás en la lucha: son los estudiantes los que tienen que decidir el destino de este auditorio. Yo quisiera que estos jóvenes rescataran los ideales para actuar sin doblegarse jamás, para construir la sociedad del futuro, que puede tener el nombre que quieran pero que debe combatir la injusticia y la desigualdad entre los hombres. Buenos días y descanse usted compañero.

JUSTO SIERRA: Vale atque salve.

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