(Durante algunas noches
del curso escolar se puede ver, en los exteriores del Auditorio Che
Guevara-Justo Sierra, a un espectro caminando con un andar lento y pesado, como
de hombre viejo. Casi siempre está callado, pero hay veces en las que se pone a
conversar con algún fantasma que pasa por ahí. Ésta es una de ellas)
JUSTO SIERRA: ¡Qué
noche tan tranquila la de hoy! No queda nadie ya en la Ciudad Universitaria. Es
evidente que las evaluaciones finales están cerca, y los docentes y estudiantes
están bastante hartos de la Universidad por el momento: por eso huyen de aquí.
Pero al final de todo, estos desafíos nutren su espíritu, y lo llenan del vigor
que debe caracterizar a los hombres de la Universidad Nacional. ¡Sic itur ad astra, muchachos! ¡Sed
fuertes, sed íntegros!
Pero,
¿qué es esto? Veo a un compañero de muerte, a otro espectro que se aproxima a
lo lejos. Tenía entendido que yo era el único a quien era permitido andar por
estos lugares. Pues ¿quién te envía aquí, oh compañero?
CHE GUEVARA: Compañero
mío, nadie me envía aquí, sino que me llamaron. Porque sé que aquí hay un grupo
de jóvenes que constantemente invoca mi nombre, y así pues, quise venir a ver
por qué me llamaban. Bien, pues ahora pregunto, compañero, ¿qué sabe usted al
respecto?
JUSTO SIERRA: Me
intriga vuestro cuestionamiento, querido amigo, puesto que aquí en la
Universidad Nacional, nobilísimo templo del saber, sería extraño que hubiese
ritos de magia, y ya no digamos invocaciones de ultratumba para llamarlo a
usted o a cualquier fantasma. Pues aquí sólo hay estudiantes y profesores con
plena aptitud intelectual, buscando y recurriendo a toda fuente de cultura con
tal de alcanzar la ciencia y llegar al saber. No obstante, si lo han llamado de
alguna manera que desconozco, debe de haber motivos de vital importancia para
ello. Pero venga usted, acérquese a la luz para que podamos ver bien nuestros
rostros. ¡Oh! ¿Es acaso usted…?
CHE GUEVARA: Soy el
Comandante de la Revolución Cubana Ernesto Guevara, también conocido como el
“Che”. Pero soy su igual, compañero, y me gustaría saber quién es usted.
JUSTO SIERRA: Yo soy
Justo Sierra, político, periodista, historiador y poeta. Fui uno de los más
grandes promotores de la creación de esta Universidad y di el discurso de su
inauguración. Por las noches custodio sus instalaciones y las defiendo de otros
espectros. Mantengo el espíritu universitario de la más egregia de las
instituciones de este país.
No ignoro su posición
política, señor Guevara, y podríamos discutir bastante sobre eso. Más allá de
eso, hay un asunto en la Universidad que nos concierne a ambos.
CHE GUEVARA: Así es:
nos concierne a ambos, porque usted y yo somos muy distintos y deseamos cosas
diferentes para la humanidad. Habla usted de la revolución, ¿no? Oí algo de eso
en todas las invocaciones que me hicieron. ¿Hay acaso guerrilleros aquí? Sería
difícil que los hubiera, dado que aquí se está en medio de la ciudad y no hay
lugares donde arrinconar al enemigo, donde huir de las fuerzas represoras. Y
usted está en contra de eso, ¿no?
JUSTO SIERRA: ¿De qué
habla usted? No, no es por eso. Lo invocan a cada instante porque le han puesto
su nombre al auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo curioso es que
ese auditorio antes tenía mi nombre. Era el año de…
CHE GUEVARA: ¿Y quién
dijo que los nombres de las cosas eran para siempre, compañero? Si el mayor
inconveniente suyo es que le quitaron su nombre a un auditorio, tal vez no
debería usted custodiar esta universidad.
JUSTO SIERRA: Ése es el
problema: yo hice mucho más que eso. Pero mi legado está olvidado. En fin, como
verá usted, este auditorio cambió de nombre y para mí no hubo mayor problema.
Ahora se llama como usted, señor “Che” Guevara. Sigue siendo muy conocido,
inclusive en el reino de los muertos. Como sea, eso ocurrió en 1968, cuando un
grupo de estudiantes con sentimientos superiores y altruistas hizo oír su voz
en la sociedad. En realidad, lo que me molestó del cambio de nombre fue que ese
movimiento de estudiantes que no dudaron en actuar no quiso estar asociado a
mis ideales. Pero no importa. La esencia de la Universidad seguía viva. Hubo
nuevos movimientos, vinieron nuevos alumnos y la consciencia crítica, activa y
ambiciosa por el saber y la cultura aún se palpaba en los muros y en las aulas
de esta institución. En él había
eventos muy importantes y se presentaron destacadas personalidades, como Julio
Cortázar, Octavio Paz y Mario Benedetti. Además, la comunidad universitaria
tenía reuniones donde se trataban asuntos políticos. Pero
en 1999 hubo una gran huelga y cuando ésta terminó, en el 2000, el auditorio
quedó cerrado. 4 meses después, algunos estudiantes entraron allí y lo
volvieron a abrir al público. Me sentí orgulloso de mi Universidad entonces,
pero ahora ese lugar es una barraca de jóvenes sin verdadero sentir
universitario. Están durmiendo allí ahora mismo.
CHE GUEVARA: Eso dirá usted, compañero Sierra, pero yo aquí veo a jóvenes con iniciativa que proponen, que influyen y que moldean a la sociedad con sus acciones. Además, si invocan mi nombre, deben estar convencidos del proyecto comunista que, a pesar de la adversa situación actual, debe triunfar sobre el capitalismo. ¿De casualidad sabrá usted qué clase de voluntariado realizan? ¿Cómo influyen a la población? ¿Qué clase de grupo guerrillero los apoya? ¿En qué fase de la lucha guerrillera se encuentran?
JUSTO SIERRA: Nada de
eso. Ofrecen algunos talleres y cursos; venden libros, películas y comida para
justificar la ocupación del auditorio,
pero eso no ayuda a cambiar la situación del país ni alcanzar los ideales que
dicen tener. No luchan por nada en
específico. Apenas surge algún problema, empiezan a movilizarse y a protestar,
pero luego se les olvida, ya no les importa, hasta que luego llega otro nuevo
asunto y se vuelve a repetir el ciclo. Dicen que luchan contra
el capitalismo, pero en mi opinión, ellos luchan sólo por el lugar. Inclusive
luchan entre ellos mismos por él.
CHE GUEVARA: ¿No eran
guerrilleros experimentados en la lucha contra el régimen? ¿Por qué me invocan
tanto, entonces?
JUSTO SIERRA: Es usted
un símbolo para ellos. Y el auditorio, dicen ellos, es un símbolo de la lucha
revolucionaria. Por eso siguen ahí.
CHE GUEVARA: Un símbolo
hueco, entonces. Si sus ambiciones se limitan a este auditorio, ¡qué miras tan
cortas tienen! Yo pensaba que eran una avanzada de alguna guerrilla que tenía
cercada la ciudad, porque mira que empezar una lucha aquí, en medio de una
universidad… Aquí comienza la lucha ideológica y no la armada, es cierto, pero
¿dónde están sus espacios de reflexión? ¿Dónde las brigadas y el contacto con
la comunidad? Si no escuchan a sus camaradas, ¿dónde está el verdadero
comunismo? Ése no se trata de escucharse tan sólo a ellos mismos. Y si yo fuera
su guía, su símbolo, como usted me dice, compañero Sierra, sabrían que el
sectarismo es la peor maldición que puede ocurrirles. Tienen que luchar con
vistas a la dictadura del proletariado. Lo único en lo que deben ser
intransigentes es en el proyecto comunista, ¡nada más! ¡Trabajo, estudio y
fusil!
JUSTO SIERRA: No, no,
¡Patria, estudio y legalidad! La libertad debe tener estabilidad. Libertad sin
violencia, democracia sin imposición. Orden y progreso, esto es.
CHE GUEVARA: ¿O quizá
es que estos estudiantes se olvidaron de analizar nuestro proyecto comunista?
JUSTO SIERRA: No todos
los estudiantes los apoyan: me atrevería a decir incluso que muchos de ellos no
son estudiantes. La mayor parte los ha aceptado, aunque no estén de acuerdo con
los ocupantes.
CHE GUEVARA: ¿Y dónde
están los demás estudiantes? Los que tienen este auditorio quizá han deformado
mis ideales: los que no hacen nada al respecto los ignoran por completo. Quizá
me precipité al criticar a quienes ocupan este lugar: luchan mal y tal vez sin
un objetivo claro, pero luchan. ¿Qué sucede con el resto de los estudiantes?
¿Dónde está esa fuerza, ese espíritu propio de los más jóvenes?
JUSTO SIERRA: Yo no
creo que su lucha deba existir: existen caminos legales a los cuales se debe
recurrir antes de emprender acciones drásticas. Ellos argumentan que la autonomía
de la Universidad los defiende, y en mi opinión ésta no justifica actitudes
ilegales. Ser autónomo no significa estar exento de la aplicación de la ley. La
entrada de la fuerza pública no viola la autonomía de la Universidad.
Pero
aun así, me consterna la falta de espíritu de los demás estudiantes. Están
demasiado cerrados en su mundo, en una torre de marfil donde cristalizan las
ideas, pero no las acciones. Y ahora sólo tienen vidas contemplativas,
ignorando que las ideas que no se ejercen nunca se convierten en fuerzas. Hace
falta organización y trabajo para el auditorio, si es que estos estudiantes en
verdad desean recuperarlo.
Ya
amanece, señor Guevara: es hora de que me retire, y usted también debería
hacerlo. Los fantasmas del pasado aterran a los hombres del presente, pero en
ocasiones quisiera que los tomaran más en cuenta, para que dejaran las
polvorientas bibliotecas y salieran a las calles, para que volvieran a sus
almas los ideales de democracia, orden y acción por el progreso.
CHE GUEVARA: No se debe
dar un paso atrás en la lucha: son los estudiantes los que tienen que decidir
el destino de este auditorio. Yo quisiera que estos jóvenes rescataran los
ideales para actuar sin doblegarse jamás, para construir la sociedad del
futuro, que puede tener el nombre que quieran pero que debe combatir la
injusticia y la desigualdad entre los hombres. Buenos días y descanse usted
compañero.
JUSTO SIERRA: Vale atque salve.
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